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Detalle de noticia

Toneladas de responsabilidad

2/4/2020

El comandante del Ala 31, Manuel Navarro, narra los detalles más humanos del transcendental vuelo de un A400M a tierras de China para recoger material sanitario.

Una misión pero no cualquiera. Solo cuando dio por terminado su servicio después de 38 horas de vuelo entre Zaragoza y Shanghái, el comandante Manuel Navarro Mora fue consciente de la dimensión de su trabajo y del de sus hombres. Habían estado desconectados de la actualidad y las noticias, centrados en un vuelo que en España se había convertido en pura épica.

La llegada a Zaragoza, el 31 de marzo, de un Airbus 400M del Ala 31, cargado con 14 toneladas de material sanitario de todo tipo, se convirtió en ejemplo del esfuerzo titánico de la lucha que se mantiene contra el COVID-19. Detrás del exitoso y trabajado vuelo y de la capacidad incomparable de esta aeronave para la carga ha estado el esfuerzo de muchas personas. El comandante Manuel Navarro es sólo la cara más visible de este esfuerzo.

“Fue al volver cuando vimos la repercusión que había tenido nuestro trabajo. Estábamos sin internet en los móviles y ajenos a todo eso”, comenta el comandante Navarro. Se dice pronto, 38 horas de vuelo y 60 de operaciones. Frente a ellas, cuatro pilotos y cuatro tripulantes para turnarse en un ida y vuelta que era todo una contrarreloj. Misión cumplida. “Al llegar a casa solo pensaba en abrazar a mi familia, una buena ducha y llamar a mis padres”, apostilla el comandante.

Y es que esta lucha la están llevando a cabo hombres de carne y hueso, con sentimientos y con historia. El comandante Manuel Navarro Mora, de 38 años de edad, es alicantino y lleva 16 años ya surcando los cielos con más de 3000 horas de vuelo. Está casado y tiene una niña de cuatro años, “la princesa de mi casa”, no duda en reconocerlo. Se hizo piloto “porque mirar al cielo era lo que me emocionaba de niño”. Y desde entonces la adrenalina y el servicio han marcado su vida. “Estas misiones son las que le dan sentido a nuestro trabajo. Aunque suene a historia de abuelo cebolleta, entre las misiones que más me han tocado el interior está la que me llevó a Seychelles para repatriar a la tripulación del barco Playa de Bakio en 2008. Traer esos marineros para que se reencontrasen con sus familias fue realmente emocionante”.

En este vuelo todo ha sido un reto, pero el comandante Navarro no duda en reconocer la colaboración que encuentra en estas situaciones. “Fue excelente.Desde que llegamos un número importante de personal chino estuvo apoyándonos para la descarga de plataformas, confección de pallets y carga de los mismos. Lo más divertido fue ver cómo nuestros supervisores de carga se hacían entender con señas, alguna no muy estándar, para que el personal de tierra hiciese la carga con la máxima precaución posible”.

La tensión de un vuelo como este es evidente y la concentración es constante. “La pregunta siempre está ahí: ¿y dentro de unos minutos qué tenemos que hacer? Es la forma que tenemos los pilotos de adelantarnos a lo que va a pasar. Nos pasamos prácticamente todo el vuelo repasando documentación del avión, procedimientos, sistemas etc. El A400M es un avión realmente exigente”, nos cuenta el comandante Navarro. Sin embargo, y en desplazamientos tan largos, surgen también ratos más cordiales. “Eso sí, cuando aparcamos los libros abrimos el confesionario y ahí cada uno suelta lo que le apetece. En la práctica somos como una familia. Nos contamos desde las últimas recetas de Thermomix que hemos hecho, a cualquier problema personal o inquietud profesional”.

La realidad que vivimos está marcando la vida de toda la sociedad y también de todo el personal de vuelo. “Estábamos inmersos en misiones rutinarias importantes y se han sumado todas las operaciones relativas al COVID-19. Todo ello cumpliendo con las directrices relativas a la presencia, exclusivamente, del personal indispensable en el Ala 31… Mucho planeamiento, muchos cambios, todo muy importante con el personal imprescindible en las oficinas”. Y luego hay que sumar el momento de volar. “Intentamos cumplir los protocolos en la medida de lo posible, protegiéndonos y desinfectando las zonas comunes pero, sobre todo, hemos intentado cumplir el aislamiento en un modo estricto para no poner en peligro al resto de tripulantes. De todos modos y, aunque el A400M sea un avión espacioso, sigue siendo un lugar cerrado que compartes con compañeros durante 40, 50 ó 60 horas”. Para el comandante Navarro hay una premisa fundamental: “analizar los datos de los que disponemos durante la misión para sentir que la cosa está siempre bajo control”.

Y el servicio sigue. Apenas unas horas de descanso y en seguida a volver a volar. No ha tenido tiempo de disfrutar de su plato favorito, arroz con conejo, pero el que hace su madre. Ahora no hay golf ni pádel, dos de sus pasiones, “y también disfrutar de una buena caña con los amigos arreglando el mundo” recalca. Su recompensa hoy es disfrutar del hogar con su mujer y su hija, confiando en los españoles. Como dirían en el cole de mi peque, los españoles somos fistonudos, sin duda saldremos de esta situación fortalecidos y habiendo aprendido mucho sobre nosotros mismos y sobre la sociedad a la que pertenecemos, que sin duda es impresionante”.